El problema que casi nadie quiere reconocer
Hay situaciones que, cuando las ves, sabes inmediatamente que algo no va bien.
No porque haya violencia extrema, ni porque el agente actúe con mala intención, sino porque falta control, falta seguridad y falta un procedimiento claro.
El vídeo que analizamos en este artículo muestra exactamente eso. Un intento de engrilletamiento que no llega a consolidarse, una intervención que se queda a medias y una sensación incómoda de que nadie tiene realmente el control de la situación.
Y lo más importante: esto no es un caso aislado.
En Krav360 vemos escenas muy parecidas una y otra vez. En seguridad privada, en seguridad pública y en contextos donde el profesional quiere hacer bien su trabajo, pero simplemente no tiene las herramientas necesarias para hacerlo.
La seguridad es uno de esos conceptos que muchas veces solo valoramos cuando falta. Mientras todo funciona, pasa desapercibida. Pero cuando una intervención sale mal, cuando una situación se descontrola o cuando vemos imágenes de actuaciones torpes, inseguras o directamente peligrosas, entonces nos damos cuenta de hasta qué punto la seguridad es un pilar fundamental de cualquier sociedad.
Hablar de seguridad no es hablar solo de policías o de vigilantes. Es hablar de tranquilidad, de orden, de prevención y de capacidad de respuesta. Y en todo eso hay un elemento común que marca la diferencia entre una actuación profesional y un problema serio: la formación.
Da igual que estemos hablando de seguridad pública o de seguridad privada. En ambos ámbitos se trabaja con personas, con conflictos, con estrés y con situaciones que cambian en segundos. Y cuando no existe una formación sólida, realista y continua, lo que aparece no es mala intención, sino improvisación. Y la improvisación, en seguridad, casi nunca termina bien.
Seguridad pública y seguridad privada: distintas funciones, mismas necesidades
Durante años se ha tendido a separar mentalmente la seguridad pública de la seguridad privada, como si fueran mundos completamente distintos. La realidad es que, aunque sus funciones y marcos legales no sean idénticos, comparten muchas más cosas de las que parece.
Ambos trabajan en la calle, en contacto directo con ciudadanos. Ambos gestionan conflictos, personas alteradas, situaciones de tensión y escenarios imprevisibles. Y ambos necesitan algo básico para hacerlo bien: criterio, procedimientos claros y entrenamiento práctico.
Cuando uno de estos elementos falla, el resultado es el mismo en cualquier ámbito: dudas, errores, pérdida de control y, en el peor de los casos, riesgos innecesarios para todos los implicados.
Uno de los grandes problemas en el mundo de la seguridad es la creencia de que ciertas habilidades “ya se aprenden con el tiempo”. Que engrilletar, controlar a una persona o gestionar una resistencia pasiva son cosas que se irán dominando sobre la marcha.
La experiencia es importante, sin duda. Pero la experiencia sin una base sólida no siempre enseña bien. Muchas veces lo único que hace es consolidar errores, malas costumbres o soluciones improvisadas que funcionaron una vez… por pura casualidad.
Cuando vemos intervenciones fallidas, no solemos estar viendo a alguien sin experiencia, sino a alguien que nunca ha entrenado correctamente ciertos escenarios.
Qué pasa cuando no hay una buena formación en seguridad
Cuando la formación es insuficiente o demasiado teórica, empiezan a aparecer una serie de problemas que se repiten una y otra vez. El profesional duda más de lo que debería, no tiene claro qué hacer cuando la situación se sale del guion y actúa con inseguridad. Esa inseguridad se nota. La percibe la persona con la que interactúa y también el entorno.
Esto genera situaciones extrañas, incómodas y, en ocasiones, ridículas. Intentos de control que no funcionan, engrilletamientos que no se consolidan, personas que se giran, se marchan o ignoran completamente al agente. No porque sean especialmente peligrosas, sino porque nadie está llevando realmente la situación.
Y todo esto tiene un efecto acumulativo. El profesional pierde confianza, el ciudadano pierde respeto por la autoridad y la intervención, que debería haberse resuelto en segundos, se alarga innecesariamente.
El engrilletamiento como ejemplo claro del problema
El engrilletamiento es un ejemplo perfecto para entender qué ocurre cuando no hay una buena formación. Desde fuera puede parecer una acción sencilla, casi mecánica. Pero desde dentro, desde la realidad del trabajo en seguridad, sabemos que es uno de los momentos más delicados de cualquier intervención.
Es el momento en el que la distancia se reduce al mínimo, en el que el profesional está más expuesto y en el que cualquier error de colocación, equilibrio o control puede cambiar completamente el resultado.
Cuando el engrilletamiento no se entrena bien, se convierte en un intento torpe de “poner las esposas”, sin control previo, sin ventaja táctica y sin un procedimiento claro. Y entonces pasan cosas que no deberían pasar.
Uno de los errores más comunes es pensar que el engrilletamiento es el inicio de la intervención. En realidad, debería ser el final de un proceso bien hecho. Antes de llegar a las esposas, debería existir control. Control del cuerpo, de las manos, de la posición y de la atención de la persona. Si eso no está asegurado, las esposas no solucionan nada. Al contrario, exponen al profesional y alargan la intervención.
Cuando vemos a alguien intentar engrilletar sin control previo, lo que estamos viendo no es un fallo puntual, sino la consecuencia directa de una formación incompleta.
Uso legal de la fuerza y defensa personal
Otro aspecto clave que suele fallar cuando no hay una buena formación es la comprensión del uso legal de la fuerza. No es lo mismo ejercer el uso legal de la fuerza que defender la propia vida. Son escenarios distintos, con objetivos distintos y con respuestas distintas.
El uso legal de la fuerza busca controlar y resolver una situación dentro de un marco legal y operativo. La defensa personal aparece cuando existe una agresión directa que pone en peligro la vida. Mezclar estos conceptos genera confusión, bloqueos y actuaciones incorrectas.
Cuando un profesional no tiene esto claro, duda. Y cuando duda, pierde la iniciativa. Esa pérdida de iniciativa es uno de los grandes enemigos de la seguridad.
La presión actual: cámaras, redes y miedo a actuar
A todo lo anterior se suma un factor muy actual: la presión social. Hoy prácticamente cualquier intervención puede ser grabada. Un fragmento sacado de contexto puede circular en redes sociales en cuestión de minutos.
Esto ha generado un fenómeno preocupante: el miedo a actuar. Muchos profesionales reconocen que, en determinadas situaciones, sienten más miedo a las consecuencias de intervenir que a la propia situación en sí.
Este miedo no se soluciona con discursos ni con mensajes vacíos. Se soluciona con confianza, y la confianza solo aparece cuando sabes que lo que estás haciendo tiene sentido, está bien entrenado y está respaldado por procedimientos claros.
La formación como herramienta de protección
Una buena formación no solo mejora la eficacia de una intervención. También protege al profesional. Le da criterio, le da seguridad y le permite justificar sus decisiones con argumentos técnicos y legales.
Cuando un agente o un vigilante sabe por qué actúa de una determinada manera, cuando ha entrenado ese escenario decenas de veces, la intervención cambia por completo. Es más fluida, más rápida y mucho menos conflictiva.
La visión de Krav360 sobre la seguridad
En Krav360 tenemos una visión muy clara de la seguridad. No creemos en soluciones mágicas ni en formaciones superficiales. Creemos en el entrenamiento realista, en los procedimientos claros y en preparar a las personas para lo que de verdad ocurre fuera del tatami.
Por eso insistimos tanto en la formación tanto en seguridad privada como en seguridad pública. Porque los errores que vemos no son errores de personas, son errores de sistemas mal formados.
Qué veremos cuando no hay una buena formación
El vídeo que acompaña a este artículo muestra de forma muy clara qué ocurre cuando no hay una buena formación. Intervenciones que se alargan, situaciones que se vuelven incómodas, pérdida de control y una sensación general de inseguridad.
No es un caso aislado. Es una consecuencia lógica. Y precisamente por eso analizamos estos vídeos. No para criticar, sino para aprender y mejorar.La buena noticia es que todo esto tiene solución. La seguridad no es un talento innato, es una habilidad entrenable. Con la formación adecuada, con procedimientos claros y con entrenamiento realista, las intervenciones cambian radicalmente.
Por eso en Krav360 desarrollamos especializaciones en Krav Maga Seguridad y Krav Maga Policial orientadas a la realidad del trabajo. No a cumplir horas, sino a adquirir criterio, control y confianza.
Qué se entrena realmente en una especialización profesional
Cuando hablamos de engrilletamientos dentro de una formación profesional, no hablamos solo de técnica manual. Hablamos de toma de decisiones, de lectura del entorno y de trabajo en equipo.
Se entrena cómo actuar cuando el sujeto colabora y cuando no.
Se entrena cómo posicionarse para no perder el equilibrio ni la iniciativa.
Se entrena cómo comunicar mientras se controla.
Se entrena cómo pasar de una fase a otra sin improvisar.
Y, sobre todo, se entrena bajo estrés, porque es ahí donde aparecen los errores reales.
Marca la diferencia
La diferencia entre una intervención profesional y una escena ridícula o peligrosa no está en la suerte ni en la fuerza física. Está en el entrenamiento previo.
Cada vídeo como el que analizamos es una oportunidad perdida para aprender… o una llamada de atención para hacerlo mejor.
Si eres vigilante de seguridad, policía, profesional del sector o instructor, la pregunta no es si alguna vez te verás en una situación similar. La pregunta es: ¿estarás preparado cuando ocurra?
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Porque en seguridad, no basta con querer hacerlo bien: hay que saber hacerlo.
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